LA PORTERA DEL BARRIO
Parece ser que andaba el Borbón, Don Juan Carlos I, contrariado y molesto por parte de sectores pertenecientes más o menos a la derecha porque últimamente están siendo un poco montaraces y ponen en solfa su abnegada dedicación a la Patria. Nada parece molestarle que su efigie sea pasto de las llamas un día sí y otro también, por parte de los separatistas de la Izquierda Republicana de Cataluña, consentidos, cuando no jaleados, por sus amigos socialistas y comunistas; el hecho de que toda esta caterva esté intentando hacer lo posible para que se vaya de vacaciones perpetuas, acompañado de toda su familia, al mismo lugar al que enviaron a su abuelo, no parece incordiarle lo más mínimo. Es en la otra banda donde están los que le quitan el sueño a nuestro monarca.
Como la Casa Real en cuestión de formas siempre ha tenido sumo cuidado, es de suponer que no veían la forma de hacer pública esta desazón. Nos imaginamos cómo el Secretario del Rey se devanaría los sesos para salir del paso hasta que alguien reparó en que estaba a punto de girar visita D. Miguel Ángel Revilla Róiz, uno de los mayores correveidiles del Reino y entonces vieron la luz. Como a cualquier otro chismoso, le harían partícipes de la desazón real, y seguramente le encarecieron a que no fuese indiscreto, con el resultado consabido.
Sectores de la derecha y la extrema derecha amargan la existencia de D. Juan Carlos; acaso querrán insinuar que ambas cosas son la misma; o a lo mejor intuyen un pacto entre ambas: Todo ello aderezado, además, con la presencia de Jiménez Losantos, culpable de postín del enojo de palacio. No sabemos dónde exactamente colocan al innombrable, si con la derecha o con la extrema, pero lo mejor es que les consideren a todos fascistas y acabamos antes.
Y allá marchó nuestro chufletero Presidente, nada menos que a ver a Luis del Olmo, personaje plúmbeo y vanidoso donde los haya, a presumir de lo colega que es del Rey y de las intimidades que le cuenta, haciendo suyas las máximas socialistas de la unión de la derecha, la extrema derecha y la Iglesia con su emisora, con los etarras, que ya hay que ser mal nacido y caradura para algo así.
A eso hemos llegado, a que el muchacho de los tres pares de albarcas haya convertido su cargo institucional en una delegación del cotilleo y chismorreo. Eso sí, luego no le importará ir a misa, sobre todo si después hay romería y una buena tripada. Revilla, Revilla, quién te ha visto y quién te ve.
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